Por fin terminan las fiestas del ruido, y es que si algo caracteriza a las
fiestas navideñas es el molesto ruido que se genera especialmente por el uso desmesurado
de petardos y otros explosivos afines.
Dejando de un lado los efectos negativos que pueden causar en la salud de
los individuos que usan estos artilugios (cada uno sabrá lo que hace con su
cuerpo), lo preocupante es las molestias que causan al resto de personas.
El ruido y las vibraciones que se generan con el uso de petardos causan
ansiedad no sólo a las personas, sino también a la fauna. Hablo tanto de los
animales domésticos como de la fauna salvaje. El que tenga perro en casa sabrá
lo que estoy diciendo. Pero no sólo eso, ya que estos días se tiran petardos
tanto en el casco urbano como en el campo, y a todas horas, algo que llega a
ser insoportable. Podemos ver realmente lo que supone para la fauna cuando tiran
petardos en zonas arboladas, en horas nocturnas: las aves ya están descansando
y de repente suena un estruendo acompañado de una fuerte vibración y éstas salen
despavoridas, lo que les supone buscar sin luz solar otro lugar para pasar la
noche.
A la cultura del usar y tirar, se le une también el usar, tirar y dejar
tirado, vemos restos de petardos por las calles, y a veces destrozos de
mobiliario urbano que pagamos entre todos.
Si hay algo que no entiendo es el deleite por la destrucción, tirar un
petardo y ver como se hace añicos, el gusto por molestar a los demás, la falta
de respeto por el descanso de las personas y de los animales.
Creo que se debería regular y vigilar mucho más este tipo de comportamientos
infantiles e inmaduros.
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